Sociedad

En tiempos de pandemia el miedo viaja en minibús

Los pasajeros de la Periférica hacen el viaje pendientes de las personas que van con ellos, de si llevan barbijo y si lo usan bien. Los nervios suben cuando la gente se amontona para abordar. Los choferes también van con miedo.

Pasan unos minutos de las 14:00 en la avenida Juan José Torres, más conocida como Periférica en la ciudad de La Paz. El sol de invierno brilla tanto en el cielo azul y despejado que es difícil levantar la mirada para admirarlo; algo que no se puede decir del Illimani, que se muestra completo, de pies a cabeza. En esa ruta, una de las más altas, extensa y serpenteante de la ciudad, todos pueden verlo.

Por la vía, que es símbolo del segundo macrodistrito más grande de La Paz (tiene 127 barrios y alrededor de 180 mil habitantes), en sólo unos minutos se puede ver pasar al 235, al 526, 247, 236,260, 308, parte de las 15 líneas de minibuses que dan servicio en la zona, además del bus PumaKatari.

A unas dos cuadras del colegio Adolfo Costa Du Rels, aparece Asbel, un chico de 18 años. Viste un deportivo rojo con blanco de poliester, que hace juego con el barbijo blanco que lleva. El tapabocas le cubre muy bien la boca y la nariz, igual que unos auriculares sus oídos, que se los quita para responder a dónde se dirige. «A trabajar», dice.

Caminará más de una hora para llegar a su destino, una oficina de ingenieros de sistemas que está en el centro de la ciudad. Trabaja ahí desde hace unas semanas, dos horas al día, después de que perdiera su trabajo de ayudante de albañil por la pandemia del coronavirus, que hace cuatro meses está en Bolivia. Afirma que también regresará a pie.

No se imagina subiendo nuevamente a un minibús, el medio de transporte que domina la Periférica. La primera experiencia de Asbel en esos vehículos, después de que la cuarentena se flexibilizara, a inicios de junio, lo dejó marcado.

«Inseguro, así me sentí. Rodeado de gente, sin el distanciamiento físico, uno se siente agobiado. No sé explicar bien, es una sensación horrible, es como entrar a un lugar sin nada de seguridad; no respetan (en los minibuses) lo que se estableció para prevenir el contagio del coronavirus: no tienen las ventanillas abiertas y uno se siente inseguro. Por eso yo todo el día a pie, prefiero caminar», señala el joven en tono de reclamo.

«El primer día de la flexibilización me subí a un minibús, pero ni el mismo chofer llevaba barbijo, le reclamé pero se enojó, por eso le dije: «Voy a bajar, me siento inseguro con usted». La otra gente estaba normal, como si no le importara su vida, cuenta.

Unas cuadras más adelante, a la altura del cruce que lleva a la zona Ballivián, una pareja de esposos se dispone a cruzar la avenida Periférica para tomar un minibús.

Mientras esperan la movilidad, el varón, de 47 años, confiesa: «Me siento incómodo por el temor a contagiarme. No se ve la seguridad que ofrecieron para los minibuses: no llevan el alcohol en gel, ni cumplen con la limpieza que prometieron por la prensa; estamos expuestos al contagio».

Su esposa tampoco esconde la tensión. «Estoy asustada, tensa, cada vez que subo al minibús, y todo el tiempo estoy alerta, sobresaltada», dice antes de abordar el transporte que sólo lleva tres pasajeros. Con los esposos son cinco, el chofer podrá recoger a tres más, sólo puede transportar ocho a lo largo de su trayecto que terminará en la zona Sur. Así lo establecen los protocolos de bioseguridad que la Alcaldía estableció para el transporte cuando se flexibilizó la cuarentena, el 1 de junio.

En la misma avenida, pero cuadras más abajo, a la altura de la parada del teleférico línea Naranja, dos chicas charlan amenamente pese a tener la boca cubierta con barbijos. Ante la pregunta de cómo se sienten cuando abordan un minibús, una de ellas responde de inmediato: «Siento miedo, susto cada vez que entro al minibús, aunque todos estén con barbijo. Mi miedo es contagiarme, porque no se sabe quién tiene la enfermedad y los casos aumentan todos los días. Me pongo los auriculares, escucho música o me pongo a chatear para olvidarme donde estoy; es feo lo que se siente. A veces me bajo antes de la parada porque no aguanto más».

Explica que su temor crece cuando ve que muchas personas no usan el barbijo. «Suben con sus niños, a los que tampoco les ponen los tapabocas, es muy peligroso, y me agobia durante todo el viaje ver eso, es mucho estrés, la verdad. Y uso el minibús todos los días; sólo en esta mañana subí tres veces», añade.

Su amiga también siente miedo cuando está en el minibús porque -afirma- las personas no usan de manera adecuada el barbijo. «Se lo ponen debajo de la nariz o a cada momento lo toca, incómodo al ver esa situación y peor cuando la persona está tan cerca de uno», explica la joven.

Ninguna de las dos chicas se atrevió ni se atreve a reclamar en el minibús por esta situación: su miedo a contraer la Covid-19 viaja en silencio en ese medio de transporte.

«Me da miedo reclamarle a la gente porque me pueden agredir, pero, además, cada uno tiene que tomar consciencia de su seguridad, cada día aumentan más los casos; luego se enferman y echan la culpa otras personas», reclama una de ellas.

De acuerdo a la Alcaldía de La Paz, la Periférica es un macrodistrito con cara de joven. En 2016, la comuna llevó a cabo la Encuesta Municipal de Hogares que señala que la zona presenta «un perfil etario joven, ya que los menores a 25 años representaron 45,8% de toda su población».

Choferes también con miedo

Y los choferes de los minibuses que prestan servicios en la Periférica están conscientes de los efectos que sus movilidades provocan en las personas que se transportan en ellas. Faustino Choque ha notado más de una vez ese miedo en los pasajeros, pero dice que no puede hacer nada; él también está atemorizado de contraer la Covid-19 y, lo peor, llevarla a su casa.

«Hay personas que hacen parar la movilidad y cuando ven gente, no suben, se nota que es el miedo. Yo no puedo hacer nada porque en realidad es responsabilidad de cada uno cuidarse. Y es verídico, uno puede contagiarse y llevar la enfermedad a la familia. Yo también tengo miedo de eso, pero tengo hijos y tengo que trabajar», dice.

Faustino está en su minibús, estacionado en la avenida Manco Kapac, a media cuadra de la plaza Eguino, esperando que los pasajeros suban para cumplir su ruta, que terminará en la zona 3 de Mayo.

El lugar es la parada del transporte que cubre la avenidad Periférica, a lo largo de la cual están las zonas de Achachicala, Vino Tinto, Limanipata, 27 de Mayo, 5 Dedos, Santiago de Lacaya, Rosasani, La Merced, 3 de Mayo y Chuquiaguillo, con sus respetivos barrios.

«Estamos cumpliendo con todas las medidas de bioseguridad», afirma el chofer mientras gira la cabeza para mirar dentro de su vehículo, prácticamente forrado con un plástico transparente. ¿Y él? Con su traje de bioseguridad y barbijo. A su lado un envase con alcohol en gel.

Lo mismo dice el conductor que está estacionado detrás del él, aunque éste se queja porque «algún pasajero» se llevó su alcohol en gel.

«Cumplí con todo lo que dijo la Alcaldía, pero se lo llevaron el alcohol en gel y cortaron el plástico con el que cubrí los asientos, así no se puede. Si no necesitara, no saldría a trabajar; claro que me preocupa mi salud, tengo miedo contagiarme porque recojo gente de todas partes, pero tengo que salir a trabajar, tengo mis hijos», protesta.

«Sí, se nota que la gente tiene miedo. Hay personas que no aguantan, suben y al rato gritan para que pare y ellos se bajan; otros se desquitan con nosotros, no respetan, ¿qué culpa tenemos nosotros?; además, la gente tampoco cumple las recomendaciones, igual se amontonan para subir», añade molesto.

Un agente de parada de la Alcaldía de La Paz le da la razón. Algunos pasajeros, aún en tiempo de pandemia, se arremolinan alrededor de los vehículos para abordarlos o los hacen parar en cualquier lugar. Eso pasa sobre todo a las horas pico; el resto del día en el lugar se ve a los usuarios hacer filas, guardando la distancia física respectiva, pero siempre controlados por los agentes de parada del municipio y efectivos policiales.

«Las personas no respetan los puntos de parada, se aglomeran, y eso dificulta el cumplimiento del distanciamiento físico, esencial para prevenir el contagio del coronavirus. En las hora pico es muy preocupante y ahí vemos que todo nuestro trabajo es en vano», comenta el agente con un tono de resignación.

Sus ojos cansados y apagados, lo único que se ve en su rostro, cubierto por un barbijo y envuelto con una chalina, reflejan su frustración ante los resultados de su sacrificado trabajo. «Cuando queremos controlar esa aglomeración, sólo recibimos quejas y la molestia de los pasajeros y choferes», añade el joven que en medio de la pandemia se mantiene parado en ese lugar al menos cinco horas al día.

Pero esa aglomeración no se da sólo en el punto de parada de la Manco Kapac. A unos pasos del Cementerio La Llamita, sobre la Periférica, desde una peluquería, dos peinadoras ven cómo a ciertas horas los minibuses «se llenan de gente, sin que nadie respete la distancia física».

«Lo mejor es no subir a un minibús. Nosotras vemos desde aquí cómo se llenan de gente. No hay mucha movilidad en estos días y la gente no se quiere quedar en la calle», señala una de las peluqueras.

Pequeños y sin condiciones

El técnico del Ministerio de Salud René Sahonero explica que la sensación de miedo que experimenta la gente dentro de un minibús responde al hecho de que estos vehículos, al igual que otros del transporte sindicalizado, no cuentan con las condiciones ni normas que debe cumplir cualquier sistema de transporte.

A eso se suma que estos vehículos son muy pequeños para la cantidad de gente que transportan, pese a que ahora están habilitados para trasladar sólo al 50%.

«En este tiempo de pandemia, todo medio de transporte representa un espacio de alto grado de contagio porque los vehículos no cuentan con las condiciones ni normas que debe tener cualquier sistema de transporte, como en otros países. (Los minibuses) son muy pequeños y con la cantidad de personas que ingresan no se puede mantener la distancia física (hasta dos metros)», sostiene Sahonero.

A esto se suma -indica el médico- «la referencia que se tiene de la Covid-19: una enfermedad mortal». «Esta enfermedad está causando mucho miedo porque cuando se complica sabemos que la muerte es altamente probable; a esto suma que en nuestro país ya estamos comenzando a ver las muertes súbitas, con todo esto quién no va a tener miedo al contagio», señala Sahonero.

Al referirse a los choferes de los minibuses remarca que es uno de los más vulnerable ante la enfermedad. «Debido al contacto permanente que tienen con la gente son un personal en alto riesgo», dice.

El miedo puede bajar las defensas

El director del Hospital del Tórax de La Paz, Edgar Pozo, señala que la experiencia de miedo que viven los pasajeros de la Periférica en los minibuses, igual que los conductores de esos vehículos, es comprensible en la actual crisis sanitaria que se vive, no sólo en Bolivia, sino en todo el mundo, debido a la pandemia del coronavirus. Aclara que esa situación no la viven sólo las personas de esa zona, sino todas las que tienen que viajar en movilidades del transporte público.

Añade que es normal también que el miedo al contagio se incremente cuando entre los pasajeros se ve a alguien que no usa barbijo o que si lo tiene, no lo usa adecuadamente.

«Está sobreentendido que la mejor manera de evitar el contagio de la Covid-19 es no permitir, de ninguna manera, que una persona a quien uno o no conoce tenga o no la enfermedad, esté al lado, detrás o delante de uno sin usar barbijo, aunque no esté tociendo; sólo al hablar expela saliva, en la cual pueden estar miles de virus de la Covid-19», señala el neumólogo.

Al conocer la experiencia de Asbel después de la flexibilización de la cuarentena, en su primer viaje en minibús en la Periférica, y su decisión de bajar de éste, al ver que el chofer no llevaba barbijo, señala que se trata de un «mecanismo de autodefensa».

Sin embargo, Pozo advierte que esa situación de miedo puede desencadenar en muchas personas enfermedades psicosomáticas, que en una primera instancia se presentan sólo como cuadros de tristeza, preocupación o estrés, que si no son controladas, pueden convertirse en cuadros psicosomáticos que desencadenan bajas en las defensas del organismo.

«Entonces comienza el dolor de estómago, el dolor cabeza y hasta se puede llegar a tener temblores, sólo por un componente psicológico. Una persona que tenga una condición psicosomática es presa fácil de la baja de defensas, un caldo de cultivo para que las bacterias y virus puedan contaminarla», afirma.

Más seguridad o pánico

El psiquiatra Fernando Garitano, miembro de la Sociedad Boliviana de Psiquiatría, considera que la situación de miedo que sienten los pasajeros y choferes de los minibuses puede llevarlos a un síndrome de ansiedad o a caer en una crisis de pánico y angustia.

Advierte que en el caso de las personas que padecen de hipocondría o de trastorno compulsivo, un viaje en minibús puede representar una experiencia de mucho sufrimiento.

«Hay personas que sufren de hipocondría, el miedo a la posibilidad de enfermerar, y las que padecen el trastorno cumpulsivo, que no salen de sus casas porque están asustadas. Si éstas salen en las actuales circunstancias, abordan un minibús y ven que muchas personas incumplen las medidas de bioseguridad, algo que es completamente real, pasarán por momentos de gran sufrimiento incontrolables», explica.

Sin embargo, Garitano señala que dependiendo de la persona, este miedo a viajar en minibús puede desencadenar dos situaciones: una positiva, que el pasajero asuma todas las medidas de bioseguiridad que considera para prevenir el contagio de la Covid 19 y otra negativa, que el usuario del minibús sufra un ataque de ansiedad o de pánico, como los que ya han presenciado algunos choferes de minibús en pasajeros de la Periférica.

Cumplir las medidas de bioseguridad correctamente y pensar en los demás

Y el miedo por el que atraviesan los pasajeros de los minibuses de la Periférica y los mismos choferes en estos tiempos de pandemia arroja una conclusión para René Sahonero, del Ministerio de Salud: “Debemos cuidar más, pero no sólo cumpliendo las medidas de bioseguridad, sino haciéndolo adecuadamente”.

Explica que con el barbijo se debe cubrir la boca y la nariz, sin tocarlo constantemente. Añade que también se debe ser estricto con la distancia de más de un metro con los demás. “Si nosotros no nos cuidamos, nadie nos cuidará”, insiste.

Al referirse a los conductores, les sugiere revisar constantemente el cumplimiento de las medidas de bioseguridad y hacerlo delante los pasajeros, para despertar su confianza.

El director del Hospital del Tórax de La Paz, Edgar Pozo, considera que parte de la población no está usando bien el barbijo, ni respetando la distancia física porque no ha recibido información suficiente al respecto. Sugiere iniciar una campaña de información permanente para que la ciudadanía no cometa errores en la aplicación de las medidas de bioseguridad.

“Muchos sólo se tapan la boca con el barbijo, sin considerar que el contagio se da por la nariz. Todo gira alrededor de la cultura, de la educación, que tiene que partir del Estado y sus instancias, que tienen la obligación de proteger a la población informándola bien. Se escucha, se habla (de las medidas de bioseguridad), pero una seria campaña de conscientización no se vio. Si la población no está informada comete el error”, afirma.

Asegura que a partir de esa información la población puede entender la magnitud de la pandemia con la ganancia de que “comenzará a pensar en los demás y no sólo en sí misma”.

“Pienso que todos tenemos que cuidarnos, y eso pasa porque los choferes, por ejemplo, exijan el barbijo, incluso ellos podrían venderlos y ganarían algo más. Los pasajeros debemos llevar siempre barbijo y alcohol en gel y no amontonarse. Caminar a la casa es una buena alternativa, al menos para mí, me ahorro la preocupación y el miedo», señala Asbel, uno de los tantos vecinos de la avenida Periférica.

Esta investigación fue realizada en el marco del Fondo de Apoyo Periodístico “La Paz y Tarija a través de nuevas miradas”, que impulsan la Fundación Para el Periodismo y el Observatorio La Paz Cómo Vamos con el apoyo de ONU Hábitat.

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