Cultura

La tierra se abre en Ch’iscalli y Villa Esperanza, comunidades de Turco, en Oruro

Se trata de una zona caracterizada de rocas, cercana al destino turístico de Pumiri, llamada por la tradición oral “ciudad de piedra” o “ciudad encantada”. Está ubicada al lado derecho de la carretera asfaltada Turco-Tambo Quemado, en Oruro.

La tierra se abre. Se trata de un fenómeno evidente en Ch’iscalli, comunidad cercana a Turco, en la provincia Sajama de Oruro. Grietas de entre tres y cinco metros de ancho aparecieron en una longitud de medio kilómetro en los últimos cuatro años.

Al arrojar una piedra sobre la abertura de las rocas, ésta tarda hasta cinco segundos en llegar al fondo de 30 metros de profundidad, calcula Nemesio Capurata, vecino del lugar, en una charla con el periodista de La Razón.

Su sobrino Cecilio Capu explica que las grietas de la tierra son más anchas que las de las rocas. Tierra y piedras van desapareciendo en la profundidad de manera paulatina; incluso animales.

“Por dos años seguidos hemos perdido crías de llamas”, cuenta.

Ch’iscalli se encuentra a unos 15 minutos en vehículo de Turco, capital de la segunda sección de la provincia Sajama de Oruro.

Se trata de una zona caracterizada de rocas, cercana al destino turístico de Pumiri, llamada por la tradición oral “ciudad de piedra” o “ciudad encantada”. Está ubicada al lado derecho de la carretera asfaltada Turco-Tambo Quemado, a 90 kilómetros de la frontera con Chile y a 160 de la ciudad de Oruro.

Grietas en Ch’iscalli y Villa Esperanza

Las fotografías de Omar Troncoso OMI y Germán Moller.

Según explica Capu, la tierra “más abierta” abarca más o menos 300 metros, aunque la falla geológica tiene una longitud aproximada de 500 metros. Se encuentra en una dirección de norte a sudeste, en línea a Huachacalla, capital de la provincia Litoral de Oruro.

Dice que, en algunos tramos, la falla es imperceptible a la vista debido a los bosques de thola. Esta situación implica más riesgo especialmente para los animales, aunque ya existe un cerco.

Recientemente, las autoridades originarias de Turco visitaron el lugar y demandaron la atención de parte de las autoridades departamentales y nacionales.

Treinta kilómetros al noroeste, en la comunidad Villa Esperanza, en el ayllu Collana del mismo Turco, el fenómeno se repite. Aunque la grieta es menos ancha, en una longitud variable de 50 a 200 metros, preocupa a sus propietarios, Germán Moller y su familia.

El alcalde de Turco, Jonás Mollo, informó a La Razón que reportó los casos ante el secretario departamental de Medio Ambiente, Olson Paravicini. Anunció una representación ante el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

Fuente: La Razón

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