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“Entre el Secuestro y la Sangre: El Desenlace del Caso Lonsdale”

A 33 años de la trágica operación policial que dejó siete muertos, aún existen interrogantes sobre la verdad de lo ocurrido.

El 5 de diciembre de 1990: Un tiroteo que marcó un antes y un después en Bolivia

La madrugada del 5 de diciembre de 1990, Bolivia despertó con el retumbar de disparos en la calle Abdón Saavedra, en el barrio Sopocachi de La Paz. Cuatro guerrilleros de la Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ) y su rehén, el empresario Jorge Lonsdale, perdieron la vida en un operativo policial que dejó varias incógnitas y que, hoy, a mas de tres décadas después, sigue siendo un tema de debate y análisis.

Lonsdale, dirigente del Club Bolívar y gerente de la embotelladora Vascal, llevaba seis meses secuestrado, mientras su familia intentaba negociar un rescate de medio millón de dólares. Sin embargo, la entrega del dinero no ocurrió. La noche anterior, un emisario de la CNPZ fue capturado bajo tortura y reveló la ubicación del secuestrado. Fue este el primer asesinato de la cadena de eventos que culminó en el violento enfrentamiento.

El 5 de diciembre, la Policía intervino la casa de la calle Abdón Saavedra, sin haberlo comunicado previamente a la comandancia policial, que se encontraba desprevenida. Según la novela El Día del Bautizo del Gral. Felipe Carvajal, excomandante de la Policía, la intervención fue impulsada por las autoridades estadounidenses, quienes, a través de la Embajada en La Paz, financiaban y dirigían los pasos del Centro Especial de Investigaciones Policiales (CEIP). La relación entre el CEIP y los diplomáticos norteamericanos era estrecha, con la Embajada jugando un papel crucial en las decisiones operativas.

El secuestro de Lonsdale había alcanzado niveles complejos, con la familia y la CNPZ en una negociación a largo plazo, mientras la Policía boliviana, a través de la presión externa, decidía intervenir sin esperar el desenlace de la negociación. Aquel día, tres de los guerrilleros murieron en el tiroteo: Michael Northdufter, Osvaldo Espinoza Gemio y Luis Caballero Inclán. Otros tres, entre ellos el peruano Dante Llimaylla, lograron sobrevivir, aunque con heridas.

El Ministro del Interior, Guillermo Capobianco, apareció en la televisión para anunciar que los guerrilleros habían acabado con su rehén, sin dar mayores detalles sobre la intervención. La versión oficial afirmaba que el peruano detenido, Evaristo Salazar, había revelado la ubicación de Lonsdale, y que tras la intervención de la Policía, el enfrentamiento había dejado como saldo varias muertes.

Sin embargo, los testimonios de los guerrilleros sobrevivientes y la novela de Carvajal aportan nuevas perspectivas sobre los eventos. En particular, se destaca la influencia de la Embajada de Estados Unidos en las decisiones que llevaron a la intervención violenta. A través de su apoyo al CEIP, Estados Unidos no solo facilitó equipamiento y financiamiento, sino que también impulsó a las autoridades locales a actuar rápidamente, sin considerar el riesgo de un desenlace sangriento.

Este tiroteo no solo dejó un saldo de vidas perdidas, sino que también marcó un cambio en la dinámica de la lucha antiterrorista en Bolivia, con la Policía tomando un rol más dependiente de las estrategias de Estados Unidos, a costa de la soberanía y los derechos humanos en el país. La muerte de Lonsdale y sus captores fue el último capítulo de un secuestro que, en muchos sentidos, refleja las tensiones políticas y geopolíticas de la época.

Hoy, más de 30 años después, el caso sigue siendo un rompecabezas cuyas piezas al fin comienzan a encajar. La intervención de la Policía, el rol de la familia Lonsdale, y la implicación de actores externos como la Embajada de los Estados Unidos siguen siendo temas de controversia y reflexión sobre los límites de la cooperación internacional en la lucha contra el terrorismo y las consecuencias para la soberanía nacional.

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