El gran juego de Trump: renegociar al mundo
Según Yanis Varoufakis, el líder republicano impulsa un plan económico global que va más allá de los aranceles.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está embarcado en ejecutar un plan que va mucho más allá de simples aranceles y buscar una salida a la guerra en Ucrania. Lo que está impulsando está modificando las alianzas globales y todo apunta a reconfigurar el orden internacional. Todo esto en un momento de turbulencia económica global, donde los mercados financieros se tambalean y las relaciones comerciales entre naciones se tensan día tras día.
Según un análisis reciente del reconocido economista y exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, los críticos centristas de Trump no han entendido realmente la naturaleza de su estrategia económica. «Oscilan entre la desesperación y una conmovedora fe en que su frenesí arancelario se desvanecerá. Asumen que Trump bufará y soplará hasta que la realidad exponga el vacío de su racionalidad económica», señala.
Para el economista, estos críticos «no han estado prestando atención: la fijación arancelaria de Trump es parte de un plan económico global que es sólido, aunque inherentemente arriesgado”. El griego tiene un punto bastante razonable: por lo general los críticos del líder republicano no se preocupan en entender lo que está pretendiendo y, por lo tanto, se quedan en la superficie.
Estado Unidos, ¿explotados?
Para entender el plan maestro de Trump, es fundamental comprender por qué él cree que Estados Unidos ha sido explotado por el resto del mundo. Varoufakis explica que la visión del primer mandatario sobre la supremacía del dólar es dual. Si bien es una ventaja excepcional, se ha convertido en una carga exorbitante.
«Su principal queja es que la supremacía del dólar puede conferir enormes poderes al gobierno y a la clase dirigente de Estados Unidos, pero, en última instancia, los extranjeros la están utilizando de maneras que garantizan el declive de EEUU», escribe Varoufakis.
Según esta visión, Trump lamenta desde hace décadas el declive de la manufactura estadounidense, resumido en su célebre frase: «si no tienes acero, no tienes un país». Pero, ¿por qué culpar de esto al papel global del dólar?
La respuesta, según Varoufakis, es que «los bancos centrales extranjeros no permiten que el dólar se ajuste a la baja hasta el nivel ‘correcto’, en el que las exportaciones estadounidenses se recuperen y las importaciones se restrinjan». No se trata de una conspiración contra América, sino que es natural que los bancos centrales europeos y asiáticos acumulen los dólares que fluyen a Europa y Asia cuando los estadounidenses importan productos.
«Al no cambiar su alijo de dólares por sus propias monedas, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco Popular de China y el Banco de Inglaterra suprimen la demanda (y, por tanto, el valor) de sus monedas», lo que beneficia a sus exportadores y les permite ganar aún más dólares, creando un círculo vicioso.
El dilema del dólar
El presidente está atrapado en una aparente contradicción. Por un lado, el estatus hegemónico del dólar «sustenta el excepcionalismo estadounidense», permitiendo al gobierno estadounidense mantener déficits y financiar un ejército sobredimensionado que «arruinaría a cualquier otro país». Además, como eje de los pagos internacionales, el dólar hegemónico permite al presidente «ejercer el equivalente moderno de la diplomacia de los cañoneros: sancionar a voluntad a cualquier persona o gobierno».
Sin embargo, para Trump, esto no compensa el sufrimiento de los productores estadounidenses que son socavados por extranjeros cuyos bancos centrales «explotan un servicio (reservas de dólares) que América les proporciona gratuitamente para mantener el dólar sobrevalorado». En esa visión de Trump, «América se está socavando a sí misma por la gloria del poder geopolítico y la oportunidad de acumular beneficios de otras personas».
«Estas riquezas importadas benefician a Wall Street y a los agentes inmobiliarios, pero solo a expensas de las personas que lo eligieron dos veces: los estadounidenses del corazón que producen los bienes ‘masculinos’ como el acero y los automóviles que una nación necesita para seguir siendo viable», señala Varoufakis, capturando la esencia del discurso trumpista.
El punto de inflexión
La preocupación fundamental de Trump, según Varoufakis, es que este sistema es insostenible a largo plazo. Trump teme que «a medida que la producción de Estados Unidos disminuye en términos relativos, la demanda global del dólar aumenta más rápido que los ingresos estadounidenses. El dólar entonces tiene que apreciarse aún más rápido para mantenerse al día con las necesidades de reserva del resto del mundo. Esto no puede continuar para siempre».
El economista griego describe el «escenario de pesadilla» que obsesiona a Trump: cuando los déficits estadounidenses excedan cierto umbral, los extranjeros entrarán en pánico, venderán sus activos denominados en dólares y buscarán otra moneda para acumular. «Los estadounidenses quedarán en medio del caos internacional con un sector manufacturero destrozado, mercados financieros derruidos y un gobierno insolvente».
Es esta visión apocalíptica la que ha convencido a Trump de que «está en una misión para salvar a América», con el deber de introducir un nuevo orden internacional.
El plan maestro de Trump
El núcleo del plan maestro de Trump, según Varoufakis, es «efectuar en 2025 un decisivo movimiento anti-Nixon. Esto es un shock global que cancele el trabajo de su predecesor al terminar el sistema de Bretton Woods en 1971, que encabezó la era de la financiarización».
Este nuevo orden global se caracterizaría por «un dólar más barato que sigue siendo la moneda de reserva mundial», lo que reduciría aún más las tasas de endeudamiento a largo plazo de EEUU. La pregunta es: ¿puede Trump tener su pastel (un dólar hegemónico y bonos del Tesoro estadounidense de bajo rendimiento) y comérselo (un dólar depreciado)?
Trump sabe que los mercados nunca entregarán esto por sí solos. «Solo los bancos centrales extranjeros pueden hacer esto por él. Pero para aceptar hacerlo, necesitan primero ser sacudidos para actuar. Y ahí es donde entran sus aranceles», explica Varoufakis.
Aranceles como herramienta
Esta es la parte medular que se debe comprender, según el análisis de Varoufakis. «Erróneamente creen que él piensa que sus aranceles reducirán el déficit comercial de América por sí solos. Él sabe que no lo harán. Su utilidad viene de su capacidad para conmocionar a los banqueros centrales extranjeros para que reduzcan las tasas de interés nacionales».
Como consecuencia, «el euro, el yen y el renminbi se suavizarán en relación con el dólar. Esto cancelará los aumentos de precios de los bienes importados a EEUU y dejará los precios que pagan los consumidores estadounidenses sin afectar. Los países con aranceles estarán, en efecto, pagando por los aranceles de Trump».
Los datos recientes del Censo de EEUU confirman la magnitud de lo que está en juego: las importaciones de bienes totalizaron $2.9 billones en 2024, con China, Canadá y México representando más del 40% de ese volumen. Trump viene yendo y viniendo con establecer aranceles del 25% sobre bienes provenientes de México y Canadá, junto con un impuesto adicional del 10% sobre los bienes chinos.
El gran juego de Trump
Los aranceles son solo la primera fase del plan maestro. «Con aranceles altos como el nuevo estándar predeterminado, y con dinero extranjero acumulándose en el Tesoro, Trump puede esperar su momento mientras amigos y enemigos en Europa y Asia claman por hablar», señala Varoufakis.
Aquí entra la segunda fase del plan: la gran negociación. A diferencia de sus predecesores, «Trump desprecia las reuniones multilaterales y las negociaciones abarrotadas. Es un hombre uno a uno. Su mundo ideal es un modelo de centro y radios, como una rueda de bicicleta, en el que ninguno de los radios individuales marca mucha diferencia en el funcionamiento de la rueda».
Las exenciones recientes a ciertos productos de México y Canadá bajo el tratado USMCA (como televisores, aires acondicionados, aguacates y carne) ilustran esta dinámica de negociaciones uno a uno. Sin embargo, según informes de la Casa Blanca, aproximadamente el 50% de las importaciones estadounidenses desde México y el 62% desde Canadá aún pueden enfrentar aranceles, y estas proporciones podrían cambiar a medida que las empresas modifiquen sus prácticas.
Trump, el negociador
Con los aranceles como amenaza y la protección de seguridad estadounidense como moneda de cambio, Trump espera que cada país “acceda a apreciar sustancialmente su moneda sin liquidar su tenencia de dólares a largo plazo», explica Varoufakis.
No solo esperará que cada socio recorte las tasas de interés internas, “sino que exigirá cosas diferentes a diferentes interlocutores. De los países asiáticos que actualmente acumulan más dólares, exigirá que vendan una parte de sus activos en dólares a corto plazo a cambio de su propia moneda (que así se apreciará)».
Para la zona euro, «Trump puede exigir tres cosas: que accedan a cambiar sus bonos a largo plazo por otros a ultra-largo plazo o posiblemente incluso perpetuos; que permitan que la fabricación alemana migre a Estados Unidos; y, naturalmente, que compren muchas más armas fabricadas en Estados Unidos».
Riesgos y amenazas al plan
Como todo plane, por muy bien trazado que esté, eventualmente puede salir mal. Varoufakis señala varios riesgos:
«La depreciación del dólar puede no ser suficiente para cancelar el efecto de los aranceles sobre los precios que pagan los consumidores estadounidenses. O la venta de dólares puede ser demasiado grande para mantener los rendimientos de la deuda estadounidense a largo plazo lo suficientemente bajos».
Pero además de estos riesgos manejables, la estrategia será puesta a prueba en dos frentes políticos:
En primer lugar, el frente doméstico. «Si el déficit comercial comienza a reducirse según lo planeado, el dinero privado extranjero dejará de inundar Wall Street. De repente, Trump tendrá que traicionar a su propia tribu de financieros e inmobiliarios indignados o a la clase trabajadora que lo eligió», señala el exministro griego.
En segundo lugar, el frente internacional. “Al considerar a todos los países como radios de su centro, Trump puede pronto descubrir que ha fabricado disidencia en el extranjero. Pekín puede lanzar la precaución al viento y convertir a los BRICS en un nuevo sistema de Bretton Woods en el que el yuan juegue el papel de anclaje que el dólar jugó en el Bretton Woods original».
Un mercado nervioso
Los mercados financieros han reaccionado con nerviosismo ante este juego de ajedrez multidimensional. El índice S&P 500, que sigue a las mayores empresas estadounidenses cotizadas, se movió a la baja en la última semana, pasando de los 5.968,33 puntos a 5.769,9 puntos. Esto equivale a un 3,33% menos, una caída en gran parte debida a la incertidumbre económica.
«El mercado está teniendo problemas para digerir el ajedrez multidimensional que Trump y su equipo están jugando», dijo Michael Block, estratega de mercado de Third Seven Capital. «Este juego de ajedrez multidimensional no le está saliendo bien al gran maestro. Puede haber un método en la locura. Podría estar tratando de confundir a los líderes mundiales. Pero el mercado está diciendo: deja de confundirnos, no nos gusta esto».
La amenaza de nuevos aranceles sobre la madera y los productos lácteos canadienses, anunciada hoy por Trump, ha añadido más incertidumbre a una economía que ya muestra grietas en sus cimientos. Los despidos están aumentando, las contrataciones se están desacelerando, la confianza de los consumidores se está erosionando y la inflación está repuntando.
Un legado asombroso o un ajuste de cuentas
«Quizás este sería el legado más asombroso, y el ajuste de cuentas, del por lo demás impresionante plan maestro de Trump», concluye Varoufakis, refiriéndose a la posibilidad de que China establezca un nuevo sistema de Bretton Woods con el yuan como moneda de referencia.
El presidente Trump, por su parte, parece imperturbable ante las fluctuaciones bursátiles. «Nada que ver con el mercado», dijo Trump en la Oficina Oval. «Ni siquiera estoy mirando el mercado, porque a largo plazo, Estados Unidos será muy fuerte con lo que está sucediendo».
Mientras tanto, el mundo observa con una mezcla de asombro y preocupación cómo el líder republicano desarrolla su estrategia día a día, entre anuncios repentinos, marchas atrás parciales y nuevas amenazas. Lo que está claro es que Trump está ejecutando un plan mucho más sofisticado y ambicioso de lo que sus críticos quieren reconocer. El mundo enfrenta la posibilidad real de una reconfiguración fundamental del orden económico internacional establecido después de la Segunda Guerra Mundial.
Fuente: La Razón
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